[dropcap size=big]U[/dropcap]na simple enumeración de los sabores dulces sinaloenses resulta tan apabullante como apetitosa:
Torta de garbanzo, empanochadas, coricos (de trigo), tacuarines (de maíz), el zorrillo (de leche), jamoncillo de leche o de garbanzo, conserva de limones tiernos o de papaya, calabazas asadas o con miel de panocha, dulces de cuajada y capomos con leche, galletas marineras (duras, porque eran bastimento para las travesías oceánicas), biscotelas y cemitas, cocadas multicolores, melcochas y ponteduros, gallitos y pepitorias, guayabates con cajeta, pinturitas y galletas de avena, dulce de elote y aguamas enmieladas, guacamote y cajeta de frijol, migas y torrejas, capirotada y raspados, leche cocida y manjar de leche, serratamas en dulce y turrón de miel y cacahuate, guamúchil en almíbar y empanadas dulces de machaca, jamoncillo de cuchara y pan de mujer (al que algunos sinaloenses, coloquiales, le llaman popularmente pan de vieja).
Muy vinculada a la repostería local está la producción de leche bronca en el estado.
La más gruesa o grasosa (que sólo deja “bajar” la vaca ante los topes y chupadas de su becerro), es llamada apollo y resulta ideal para fabricar artesanalmente los quesos nombrados asaderas.
Para hacer otros diversos quesos “cortan” la leche y así separan la cuajada con ese objeto; el líquido o suero restante también se utiliza en la elaboración de ricas sopas, como la que llamaban suero salado.
En la propia entidad hacen tamales dulces en hoja de mazorca: de piña, de nata y hasta de frijol, éstos llamados tatoyos.